jueves, 27 de febrero de 2014

Ausencia

(Belén, Concepción. Enero 2014). Foto: Natalia Santos (con tratamiento Lomogram)

- Nos miran mucho.
- Sí.
- ¿Bajamos? ¿Querés?
- No, desde el auto nomás.
Un paseo rápido, apenas unos minutos de apretar la pantalla del celular, así como de paso, como si fuese un robo. Muchos rostros, muchos que no me atreví a retratar.
- ¿Y si hablamos con esa señora?
Una mirada única, solitaria, que nos siguió unos segundos, muchos años, muchos calores encima. Una mujer sentada en un sillón frente a una casa ruinosa. Una mujer que tal vez sabría, que tal vez...
- No, desde acá nomás.
Seguimos unas vueltas más, en silencio.
En mi cabeza una sola pregunta: ¿En verdad no querés saber?
- Y esto es todo. ¿Qué hacemos?
-¿Nos vamos?
- Sí.
Silencio. Silencio. Silencio.
Mauri seguía manejando. Yo seguía aprentando la pantalla del celular con algo de angustia. Ella seguía callada.
De nuevo la ruta, los comentarios sobre unos gansos en el camino, sobre las capillas que se levantaban cada 50 metros, sobre el cielo, la humedad, o el río que pensamos que estaría presente y no veíamos.
El silencio era la medida, la medida de una ausencia que cargábamos todos.
Los kilómetros de silencio... Los kilómetros... El silencio... que mostraba una pequeña fisura...
- Le podríamos haber hablado a la señora. A lo mejor ella sabía...
El silencio ya nos había separado. Esa mujer frente a su casa ruinosa estaba kilómetros atrás, silencios atrás. Casi pedí volver. Esperé otro pedido, esperé la urgencia. Volvió el silencio.
Entonces, nos quedó la pregunta que no se hizo. Nos quedó la ausencia. Nos quedó nuevamente un Adiós.


" E nunca mas ausencia
Ta ser nôs lema" (AUSENCIA/GORAN BREGOVIC)

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