lunes, 1 de junio de 2015

Mi caja de pandora



(Foto: Julio Callizo Wegener)

En 2013, de manera callada y con un grupo muy específico de personas, se empezó a gestar Adiós Rohejata. Sólo había un texto en prosa poética que hablaba de un despojo, de un adiós forzado, de una despedida que dejaba una ausencia cuyas repercusiones se sienten varias generaciones después. Era algo que tenía que ver conmigo, con mi familia y con lo que pasa con muchas familias paraguayas que desde hace décadas lidian con la migración y el desarraigo.
Había abierto mi caja de recuerdos, una cosita de cartón que tenía miles de chucherías, de cartas, de fotos, de llaveros con llaves que ya no abrían lugares que alguna vez sentí míos. Había algo que pulsaba en mi pecho, algo que quería decir con todas mis fuerzas.
 En octubre de ese año, eso que iba tomando forma en mi cabeza generaba tantas inquietudes que decidí ir a ver teatro  a Buenos Aires al FIBA. Me quedé en casa de una amiga entrañable que me escuchaba, que leyó mis primeras notas. Con su ayuda y la de otras personas busqué libros que hablaban sobre lo íntimo, sobre la construcción de la memoria, sobre los recuerdos, sobre la idea de partir para crecer, para mirar hacia adelante (aún cuando no sea una ida física). 
A varias personas de mi entorno empecé a hacerles escuchar canciones que sonaaaaban mi cabeza, les mostré fotos, videoclips de los 90.  Llegó la canción de Quemil Yambay para retumbar;  la había traído Hernán en un momento de búsqueda suya, queríamos hacer y decir cosas, y nos encontramos sin pensar en una búsqueda similar...  Un día me doy cuenta que el proceso no tenía marcha atrás, le hablo a Mauri y le digo… “Veo una casa que se desarma, una casa que son los recuerdos, una foto, algo que es para guardar”.  Le muestro videos… de esos que tanto veíamos los de mi edad en MTV, Torn de Natalie Imbruglia, Thank you de Dido, más tarde (y de la mano de Ariel, otro de los involucrados, llega Little Boxes de Walk Off The Earth y su universo de cartón). El crea todo un universo sobre eso.
 Empezamos a producir un teaser, para poder hacer visible una idea que aún estaba en gestación, algo que pudiésemos mostrar a las empresas en búsqueda de posibles auspicios para algo que parecía era un sueño inmenso y que necesitaría una financiación importante.
En diciembre de 2013 –y con mucha ayuda de los amigos y el dinero de mi aguinaldo- grabamos un material con el elenco que tenía en mi cabeza por aquel entonces.  Ya estaba instalada la idea de la mudanza, del armar y desarmar espacios, del instagramear, de proyectar imágenes.  Poco después convoqué al equipo con el que quería trabajar, les leí mi texto, el que finalmente nos sirvió de guía en la búsqueda de Adiós Rohejata.  Hasta presenté el proyecto a un Centro Cultural, que me dio respuesta los primeros días de enero de 2014. La obra ya tenía sala, pero el grupo humano involucrado y yo habíamos iniciado un proceso para otra pieza teatral. Eso, la necesidad de someterme a una operación de vesícula, el embarazo de una de las actrices... hizo que entre abril y mayo de 2014 empezara a dudar sobre mis fechas y que finalmente decidiera postergar el estreno que debía darse en setiembre de 2014.  Comuniqué la suspensión en junio.
Durante todo ese tiempo (y desde antes) para canalizar la ansiedad del proceso creativo empecé a tomar fotos con mi celular y a escribir un blog de notas que compartí con los amigos (aún cuando el blog es público, no le hice publicidad). Registré mis viajes, mis vivencias, mis dolores, mis recuerdos, mis angustias, mis alegrías, mis descubrimientos.  La caja de recuerdos, la mudanza, impregnaba todo en mi cabeza.  Mis fotos de referencia iban y venían en un grupo que armamos para trabajar en Facebook. 
Los compañeros de “En borrador…” viajaron; y poco antes del viaje, compartieron una imagen:  Una pareja en medio de cajas, era la obra de un grupo europeo. “Usan cajas también, me quiero morir”, le dije a alguien.  “Qué pavada decís, los elementos se repiten, en el arte no hay ya nada nuevo”. Me sentí boba, sí, porque sabía que era verdad, que yo no iba a contar nada nuevo, solo algo humano que se repetía desde siempre: la despedida, la separación, la búsqueda, el viaje que hacemos todos hacia nosotros mismos.  Y seguramente las formas y disparadores también venían del imaginario colectivo.  Entré a Google y me reí, había cajas por todo el mundo, en tantas obras y contextos, tantas veces utilizadas que yo tuve vergüenza de mi simpleza, de mi miedo.  También vi cajas en el ámbito local (me gusta ver teatro y danza, de hecho he escrito comentarios como periodista sobre varios espectáculos). Ante mis posibles temores siempre resonaba “en el arte no hay ya nada nuevo” y me calmaba. Seguí investigando, sola y en compañía de otras personas todo el tiempo.
Cuando retomé el trabajo que ya guardaba mayor relación con la obra en sí, y ante idas y venidas de gente que originalmente iba a ser parte de la obra (tuvimos muchos adioses en el medio), me encontré con maravillosos profesionales que le dieron su mirada y su impronta al concepto original.  Gente que no sólo le pone sus conocimientos, sino que además entrega su corazón cuando crea.  En compañía de ellos –que se suman de manera cooperativa, o sea a riesgo de taquilla- seguimos el camino, juntando cajas (que son parte íntima de nuestro concepto), armando espacios, videos, pensando en vestuarios, en música…  GRACIAS A TODOS ELLOS por creer, por sentir, por vivir, por dar forma y alma a Adiós Rohejata.
Adiós Rohejata llegó a escena después de un camino muy sincero de elaboración.  Hicimos un trabajo muy arduo de producción (marcado por muchos "no"), una tarea realizada de manera independiente (las ayudas oficiales otorgadas nada tienen que ver con el dinero).
Antes del estreno, debido a lo documentado que está nuestro trayecto creativo y a los amigos que nos hicieron el contacto, recibimos una invitación a Salta.  Un precioso centro cultural con sala propia nos invita a ir con el trato 70/30 de boletería (sí, ellos son independientes también y tampoco tienen dinero para pagarnos traslado y viáticos). Por eso, buscamos ahora la manera de llevar nuestras cajas, de pagar nuestros pasajes, de seguir nuestra mudanza.
Este fin de semana volvemos a escena, en el CCPA (que nos apoya). Invitamos al público, a los colegas, a los amigos, a la gente de prensa, a los artistas de todas las áreas a vernos, a mirar nuestra labor, a descubrir eso que estamos haciendo con esfuerzo, con responsabilidad, con verdad, de manera abierta (porque incluso nuestro proceso creativo estuvo a la vista de todos) y sobre todo con amor.  Adiós Rohejata, es un trabajo que a mí a y a todo el equipo nos late en el corazón.

  

 



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